Como un desagüe que acoge y traga
las impurezas, los desperdicios,
la herrumbre y la suciedad del mundo:
así se completó mi paladar y mis huesos.
Y vomito sangre y rarezas,
vísceras delicadas como rayos de luz.
Me duelen los pulmones de los versos
que acribillan mis entrañas y mis labios.
Tan sólo me quedan sangre y heces dentro:
mi cuerpo se ha triturado por completo
agitado por el insomnio,
y la parálisis del miedo.
Dosificarme.
Convertirme en puré,
en cubitos de hielo,
en estos versos,
en esta pequeña dosis de eternidad consentida.
Dormir.

Qué dolorosas, pero qué productivas esas noches de insomnio, y qué suerte que esas vísceras desgarradas y esa ausencia de sueños hecha de angustia se conviertan en estos versos. Qué maravilla poder leerlos y qué honor que ese verso mío haya ayudado un poquitín a que saliese de ti este poema.
ResponderEliminarMuchas gracias, preciosa.
Mil besos
Desgarradoramente verdadero.
ResponderEliminarEnhorabuena, es magnífico.
Abrazos para las dos.
Es muy bueno. Gracias por compartir tu escritura. Un saludo.
ResponderEliminarEsta muy conseguido, se transmite el sentimiento de desesperación perfectamente. Desde mis sofas cama baratos lo he disfrutado.
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