Primer caso. Una compañera de trabajo me comenta que sus hijas estaban un poco nerviosas estos últimos días. La semana pasada see quedaron un día en la calle porque se había quedado bloqueada la puerta de su casa. Una tarde. Pongamos que una 1:30. Estaban con su madre. Una vecina las doy de cenar. Les contaron un cuento nuevo. Papá no estaba. Mi compañera me cuenta que su niña más pequeña ha vuelto por la noche a colarse entre papá y mamá y a decir que tiene miedo.
Segundo caso. He de reconocer que no conozco a estas dos niñas. Que nunca les he dado un beso, que no he jugado con ellas. Pero igual también sé de sus lágrimas. Dos niñas, en la calle. A sus padres les han deshauciado. Sólo pueden llevarse un par de juguetes. Mamá no sabe qué les va a dar de cenar. Papá llora. Ya no hay pesadillas por la noche. Las niñas se secan las lágrimas para no hacer sufrir a su papá.
Tercer caso. Devastación total. Un tifón ha arrasado su casa. Las niñas, de la mano, recorren sin zapatos un lugar de escombro. Me gustaría describirlo pero no creo que alguien pueda abarcar lo que significa que ya no exista ni tu casa, ni tu colegio, ni tu barrio, ni tu ciudad, ni tus vecinos, ni tus padres. Ni 10.000 almas sobre la tierra. Vómito de mar e infierno. No creo que estas niñas puedan volver a dormir sin sentir agua en el interior de su pecho.
Ya lo dije. Que nadie me diga lo contrario.
E X A C T O
ResponderEliminarCuando lo escuché... me dieron ganas de decir algo como esto, con palabras mucho menos elegante.
*s
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