Burundanga o confesión de la angustia y su victoria
No tengo nada que confesar. O quizás sí, pero no lo haré. Sólo te diré que no entiendo ni a los niños, pero que les sonrío benevolente y les admiro porque aún no han sentido un abismo en el pecho por el que penetra la muerte.
Tres líneas, todo un manifiesto. Demoledor.
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