domingo, 23 de enero de 2011

Salmo. La silla eléctrica







Alzate, ¡oh Yavé! Sálvame, ¡Dios mío!
Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos,
tú rompes los dientes a los impíos.
(Salmo III, 8)
Tengo el privilegio inesperado
de morir como dictador ovíparo:
anciano, herido, cansado y sentado.
Tengo el privilegio inesperado
de conocer mi lugar, fecha y hora:
mi muerte será un ritual riguroso.

Todos se reunirán ante mí:
temerán,
rezarán,
adorarán,
todos se quedarán helados ante mí.
Todos pendientes de mi último gesto
observando mis manos ya sin sangre,
mis ojos de frío cadavérico,
mi boca con saliva infectada.

Mi muerte será un ritual riguroso:
una sala antiséptica,
dos funcionarios sin rostro,
una única bombilla.
Seré atado al trono de los demonios:
la luz purificará mi alma,
arderé para saciar a los puros.
Mis culpas se limpiaran
cometiendo mi más perfecto crimen:
una mueca desencajada
ante todos sedientos de mi sangre.

Publicado en Salamadria nº 15, revista editada por Ana Santos y Pedro J. Miguel

1 comentario: