lunes, 30 de mayo de 2011

Tu también quieres tener un padre




Todo el mundo quiere tener un padre. Es una pieza fundamental del puzzle. Forma parte de nuestras expectativas. Todos vemos anuncios y películas de devotos padres y amados hijos. Repudiar es un tabú. No amar a tu padre, un pecado. Honrarás a tu padre y a tu madre. Aunque tu padre humille a tu madre, tú quieres tener un padre. Aunque tu padre pegue un bofetón a tu madre, tú quieres tener un padre. Aunque a tu madre le rompan las costillas, tú debes querer a tu padre. Alguien dijo en la tele que aunque tu padre sea un maltratador puede ser un buen padre y tú te aferraste a esa idea. Aunque llores, te escondas, tengas miedo, te devore la angustia y la impotencia. Porque quizás nunca te puso la mano encima. Quizás te llevó algún día al colegio. Incluso algún día viste a tu madre sonreír y mirarte con ojos prestados, con una alegría que no era la suya. Aún confías en los lugares invisibles. En tu cuarto, en el armario o debajo de la cama. Siempre puedes subir la música o irte a casa de un amigo. Puedes ignorar los silencios y los gritos, el dolor y el miedo. Puedes conformarte. Puedes aferrarte a las promesas y al “ya no lo haré más” y al “quiero cambiar”. El futuro siempre nos promete lo que nunca hemos tenido. Puedes sentirte culpable porque tú hiciste ruido, molestaste a tu padre y tu madre recibió una paliza. O porque te llevó a la piscina y algún padre habló de más a tu madre. Pero, sobre todo, te sentirás culpable porque no pudiste hacer nada, porque no la defendiste, porque tu madre envejeció de lágrimas y sufrimiento y tú solo estabas allí, viéndolo, con una herida imborrable en los recuerdos y deseando que algo malo le pasara a ese hijo de puta que es tu padre.